En el estudio ENEAS (Estudio Nacional de Efectos Adversos ligados a la Hospitalización) se ven reflejadas como causas principales de efectos adversos los relacionados con medicación (37,4%), infección nosocomial (25,3%) y procedimientos (25%) de los cuales se podría haber evitado en un 34%, 56,6% y 31,7% respectivamente.
Uno de cada cinco efectos adversos se origina en la prehospitalización.
Un 42,6% de casos podrían haberse evitado, un 55% se consideraron moderados o graves, 31,4% provocaron incremento de la estancia y un 25% fue ingresado a causa del evento adverso. Esto quiere decir que existen muchos errores, pero que pueden evitarse; si pueden evitarse quiere decir que se están cometiendo conscientemente (y algunos inconscientemente), a su vez indicando que a veces no se siguen las pautas marcadas.
En otros estudios se puede ver que en USA, la bacteriemia relacionada con catéteres es de 48600, y de unas 17000 muertes anuales, costando cada infección 26000 dólares.
En las UCIs españolas, los datos de 2006 indican que existen entre 5000 y 8000 episodios anuales de bacteriemias relacionadas con catéteres, y entre 400-600 muertes; cada infección conlleva un costo de 6000€. Por lo tanto la precaución que hay que tomar es seria, tanto por el riesgo que supone para el paciente como por el gasto sanitario.
Estos datos invitan a tomarse en serio toda la teoría, protocolos, recomendaciones y praxis que realizamos. Muchas veces creemos que las recomendaciones y protocolos se exceden y que muchas precauciones no hacen falta tomarlas con tanta continuidad, sobre todo porque no vemos los efectos inmediatos, como por ejemplo una infección de una sonda vesical.
Yo mismo por ejemplo, durante mis primeros contactos con vías venosas centrales recuerdo haber manejado algunas sin tener en cuenta la asepsia o haber realizado sondajes vesicales de forma no estéril. Estos son claros ejemplos de posibles efectos adversos que podrían haber sido evitados. Recuerdo haber visto multitud de malas prácticas, pero el pensamiento a veces es “se debería hacer así pero yo no lo hago”, “no hace falta tirar tanto material, puede reutilizarse” etc. No estoy juzgando a los profesionales, sencillamente es la actitud que a veces se tiene, o situaciones que llevan a llevan a profesionales a actuar así, como por ejemplo la presión por una carga de trabajo extrema, que puede llevar a errores de medicación. También planes de ahorro en ciertos hospitales, que finalizan obligando al personal a la reutilización de material de un solo uso por ejemplo, o directamente a no utilizarlo. Pero ya hemos visto lo caros que salen los errores, por ello debe existir un equilibrio entre el derroche y el ahorro.
Otras veces es la propia rutina la que hace caer en el error, etiquetas o nombres similares, confundir a un paciente con otro o equivocarse en el cálculo de dosis, algo que puede evitarse con la más que sabida regla de las cinco comprobaciones.
En la universidad vimos varios ejemplos de etiquetas de concentrados de hematíes tan parecidas que sólo se diferenciaban en un número o letra del apellido y que, si no se comprueban con cuidado (como fue el caso), pueden llevar al error.
La prevención requiere un poco más de esfuerzo, reeducación y muchos cambios de hábitos que tenemos, tener claros los protocolos y seguirlos (esto aporta también seguridad en cuando a estar bajo la protección de la ley), conocer la mejor práctica de cada movimiento que realicemos día a día en nuestra unidad, pensar en el paciente, ser prudente y reconocer los errores que cometemos.
Fuentes:
Página web del Ministerio de Sanidad:
Página web de Bacteriemia Zero:
16/01/2013 13:00
No hay comentarios:
Publicar un comentario